jueves, noviembre 13, 2008

De repente, el trozo de tela que se desploma, que despacio desciende desde el peto hasta las piernas y después toca el suelo. De repente, bajar los brazos, parar, las manos en las rodillas, los gritos de todos amortiguados por el cansancio, el sudor corriendo como mil ríos, el corazón bombeando como mil percusiones, luego la indefensión de un instante y el frío, eso antes de una manta que arropa con urgencia, alzar la cabeza y la sonrisa de los tuyos y la sonrisa de todos porque ha merecido la pena al final y la carrera era sólo de 100 metros, ellos tenían razón, los maratones son para los valientes y la velocidad es sólo para los mejores.

lunes, noviembre 10, 2008

Tú no lo sabes, pero yo, en este preciso momento, estoy corriendo. No importa si te lo crees o no. No importa si vienes a este blog y crees que ya no escribo. Todo lo contrario. Escribo, pero no tengo tiempo para teclear. No olvides que estoy corriendo. Tengo más que contar que nunca. Pero me preocupa si voy bien situado en carrera. Y dónde está la meta. No pasa nada especial, lo que ocurre es que estoy cansado. Lo que ocurre es que estoy triste. Me voy a tatuar el nombre en el brazo para oir a la gente animarme. Puede que funcione.