sábado, marzo 24, 2007
pasó toda la tarde ordenando su habitación,
aunque en realidad sólo cambiaba las cosas de sitio
porque era incapaz de tirar casi nada
era una de esas tardes en las que de repente se hace de noche
y no has bajado las persianas y tienes frío,
frío por dentro
no podía dejar de pensar en ella y la llamó
aunque sabía que no debía hacerlo
su voz, al otro lado,
sonó como mil sables desenvainándose a la vez
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13 comentarios:
pues eso, como dices tú. en crudo.
un abrazote.
Y tú tenías escudo?
Ahhhhhhh, no. Eso no se hace. Creo que ya te lo comenté una vez: el mejor consejo que me dio una chica una vez para cerrar definitivamente una relación, "imagínate que la otra persona ha muerto. No puedes ir a verla porque ya no está, no puedes llamarla porque no contestará"
Y funciona, no he dicho que sea agradable, pero a fe mia que funciona.
Un saludo.
Todos tenemos ese tipo de tentaciones y casi siempre actuamos en momentos de impulsividad. Al final la acción que transcurre en unos segundos la recuerdas de por vida. Deberíamos no poder tener acceso a ciertos rincones de nuestra memoria...
Un abrazo.
Sabemos que no debemos...pero a veces es inevitable hacer ese tipo de cosas que no van a ningun lado...
Con calma tío... el teléfono es un socio demasiado traicionero en esos días, y con esas conversaciones más...No hay recetas, cada uno hace lo que puede...
Saludos
¿mil sables?
(y van dos)
de pronto he imaginado como sonarán mil sables desenvainandose:
a muerte
a terror
a la llamada de la sangre
a pulso en la vena del cerebro
a la muerte cierta que se acerca puntual a su cita.
Por dios¡¡¡: no vuelvas a coger el telefono en tu vida¡¡¡
Todos pasamos por ese momento, todos, y lo peor es que nunca aprendemos la lección...
Y cuánto duelen a veces las palabras...
Un sonido terrible, cierto, es imposible oírlo sin notar algo desgarrándose en el interior...
Lo peor son las arañas. Lo atrapan todo en sus telas. Y no es culpa tuya, ni del teléfono... Parece que la suerte sólo es para los insensibles.
A veces ordeno mi habitación, sin desprenderme de lo inútil, como alguien que ordena su cabeza o su corazón sin desprenderse de las pequeñas frivolidades que nos mantienen vivos.
No debió llamar. Los sables cortan.
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