domingo, febrero 08, 2009

Un nuevo azul

"Yo he cambiado la historia de la música cuatro o cinco veces. ¿Qué ha hecho usted de importancia, aparte de ser blanca?”, le espetó Miles Davis a una periodista impertinente en su momento de mayor reconocimiento comercial, cuando casi había olvidado las noches tocando en tugurios y los días de heroína, penurias y juventud. Davis resguardó del paso del tiempo su inflamable carácter, como si de un tesoro se tratara. Cuando su colosal talento, cuando su inabarcable don inició su declive, aún conservaba intacta la llama huracanada con la que inflamó todos los discos que le hicieron inmortal, de ‘Birth of theCool’ (1949) a ‘Tutu’ (1986).
En ‘Pero hermoso’, de Geoff Dyer, uno de los mejores libros escritos sobre la historia del jazz, Charles Mingus advierte que éste no es sólo una llamada para invocar a losmuertos, sino también un deseo íntimo de, al fin, descansar en paz. ‘Kind of Blue’ (1959) cambió la música para siempre y si hoy, cinco decenios después, suena tan moderno, es porque su belleza es convulsa e inabarcable. Desde el primer latido, ‘Kind of blue’, el mejor disco de la historia del jazz y por extensión, quizá, de toda la historia, recrea lugares que su autor rescató de lo más profundo de su vida, de su carácter intratable, de su sublime y descomunal talento. Los que le vieron tocar en directo afirman que tocaba la trompeta con los codos pegados al cuerpo, muerto de frío, como si sujetara por las solapas un abrigo que pudiera resguardarlo del rocío negro de la muerte. Davis intuía que, cuanto más ahondaba en su intransferible modo de sentir, más cerca estaba de acariciar ese nudo gordiano en el que la música se eleva hasta dejar de ser música y, en un destello epiléptico, decir lo que nadie ha dicho nunca antes. Davis logró lo mismo que Borges en la literatura, Ghery en la arquitectura o Kubrick en el cine. No sólo cambió el lenguaje de la música, sino también nuestra forma de ver la realidad.