
De lo que quería hablar era de la imitación como inevitable modo de entendernos, de explicarnos, y ya me he dejado llevar por la fácil piñata que es ese tipo que cobra tanto por, dicen algunos, hacer tan poco. Cristiano, o CR7, o cualquiera de las muchas reencarnaciones que le atribuirán, provocará una sísmica ola de mimetismo en niños, aficionados adultos, cantantes y camareros, aspirantes a estrella y hasta propios compañeros de profesión. En esa pirámide inevitable él ostentará la cúspide, y será atractivo comprobar hasta dónde llegará su legión de criaturas amarradas al canon encontrado. Si Cristiano, como dicen, es el Beckham de hace unos años pasado por el filtro latino, además, comprobaremos cada vez que se vista de corto o de largo si todos somos ya un poco Cristiano, pero no lo sabíamos, o él ya era nosotros, sin conocerlo.