sábado, septiembre 04, 2004

¿Quién puede matar a un niño?

Hoy todos los quioscos vomitan sangre. Me asomo a ellos porque no veo los informativos de televisión y el horror se mezcla con la tinta y se espesa, se vuelve horror y disparos, pólvora y sangre, hedor de cuerpos amontonados y lágrimas, saladas. Los quioscos escupen niños muertos en camillas, a salvo ya de nada, y es imposible sentirme un ser humano con eso delante. Con sangre derramada por la sien, algunos. Pidiéndole explicaciones al aire, los otros. Ayer eran las madres las protagonistas; muchas habían tenido la ocasión de ser rescatadas, pero se habían quedado con sus hijos. Las madres. Hoy son sus hijos. Seguramente ayer fue el cumpleaños de alguno de esos niños que apenas me atrevo a mirar de reojo. En el trabajo lo vuelvo a intentar, abro El País y leo que los terroristas chechenos comenzaron a disparar a los niños por la espalda cuando vieron que la policía rusa tomaba el mando de la situación yentraba en el recinto. Leo también que mataron a muchos de esos niños ya hace dos días, el primer día del secuestro, porque gritaban, porque no paraban de chillar de miedo. Pienso en lo cuerpos de los niños quebrándose bajo los disparos, vertiendo su vida en balde, condenados a la oscuridad de la memoria de todos aquellos que nunca los conocímos. Cuerpos tan frágiles, dolientes, heridos para siempre y salpicados de muerte. Alguien decía que la infancia es la patria de todos, creo que Benedetti. Por eso quizá no lo entienda, por ello tenga este agujero en el estómago que no, que no se llena. No entiendo nada.

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