jueves, marzo 23, 2006

el cabecilla de los atormentados entonces era yo, con nubes en la garganta por la mañana, escondido detrás de aquellas gafas de sol, detrás de Carver y de Fante, con un incendio en el pecho por las noches, con la tormenta a la espera del trueno final, que siempre eras tú. si hubieras sabido por entonces que solo podía pensar en tí te habrías vuelto presumida y lejana y doblemente feliz y eso me habría roto el corazón, así que me gustaba imaginar que ni siquiera formaba parte de tu quiniela de chicos locos por tus caderas, ese evangelio de desgracias recuerdo que entraste en aquella fiesta como el que va rematar un córner, eso y que apenas llevabas maquillaje, eso y que parecía que habías llorado, eso y que tuve la impresión, la estúpida impresión de que te habías colado allí como un animal del bosque atraido por la luz, en mitad de la noche. Las deflagraciones llegaron después, como una cascada de promesas, como un sueño incómodo, frío y húmedo. después esa verguenza de sentirme buena gente, de súbito, esa verguenza de querer abrazarte y decirte nohacefaltaquedigasnadasolovamonosdeaquiconozcomillugaresmejoresqueesteparaquitarnoslavida

3 comentarios:

Esther dijo...

me encantó la frase interminable

Mycroft dijo...

A mi la que me gustó:
"me gustaba imaginar que ni siquiera formaba parte de tu quiniela de chicos locos por tus caderas"
Ese de pronto ser buena gente me lo conozco, y los buenos siempre muerden el polvo. Aunque como decía Brechtt, compadezcamos al malo, menudo esfuerzo cuesta serlo.

Para, creo que voy a vomitar dijo...

Pues yo me quedo con el simil de la chica y el animal del bosque atraído por la luz, me ha parecido precioso.
Sabes ponerle poesía a las situaciones.
Abrazo y beso, qué coño.