solo tengo miedo de que un día te mire y no te vea
jueves, agosto 31, 2006
miércoles, agosto 30, 2006
lunes, agosto 28, 2006
"hay hombres muchos años más tristes que yo"
viernes, agosto 25, 2006
Muchos años antes de que Jorge Valdano dijera aquello de que Romario era un jugador "de dibujos animados", otro deportista brasileño de dos metros de altura, coordinado, genial, irrepetible, se ajustaba como un guante a la definición. Era Óscar Daniel Schmidt Becerra, conocido por todo aficionado al baloncesto como, simplemente, Óscar. En el primer recuerdo consciente que tengo de verle jugar tengo 16 años y en televisión están pasando el concurso de triples que organizaron un año, de forma conjunta, las ligas de baloncesto profesional española, francesa e italiana. Óscar ganó con tanta autoridad y tanta facilidad que me fascinó. Elegante, señorial, anotaba desde detrás de la línea con la misma rutina con la que el resto de mortales respiramos, parpadeamos, hablamos.
Entonces, yo aún no lo sabía, Óscar vivía su carrera deportiva en Italia después de marcharse de Brasil como un leyenda del deporte. Nacido en 1958, había roto todos los registros estadísticos. A los 19 años debutó con la selección absoluta y entró en el mejor quinteto de jugadores de Sudamérica. Óscar Jugó cinco Juegos Olímpicos, de Moscú 80 a Atlanta 96, en tres de los cuales fue el máximo convertidor (le enchufó 32 al Dream Team). Fue medalla de bronce en Filipinas 1978, oro en Indianápolis 1987 tras anotar 47 puntos en la final contra EE.UU., tres veces campeón de Brasil, campeón de la Copa Mundial, récord de triples en un partido ACB, con 11, cinco veces consecutivas máximo anotador de la Liga italiana y primer extranjero en lograr 10.000 tantos en esa competición, máximo anotador de la historia del baloncesto, con 46.723, el primer jugador que anotó en un partido 66 puntos... y así podría seguir durante párrafos.
Al final de su carrera dio el salto a España y jugó en el Fórum de Valladolid dos campañas. Entonces fue cuando le ví en directo. Varias veces. El primer año dio exhibición tras exhibición de anotación y terminó con una media de 42 puntos por partido. Su mecánica de tiro era simplemente perfecta. Nadie se atrevido a poner a su altura a ninguno de los tiradores clásicos de los últimos años, como Reggie Miller, Allan Houston o Perasovic.
La defensa no era su fuerte, y menos al final de su carrera, cuando las piernas pesaban demasiado, pero todos los disculpábamos. Óscar era el carisma, uno de esos jugadores que atraen a las masas, que hacen de los espectadores casuales acérrimos incondicionales de un deporte después de verle jugar.
El equipo jugaba siempre para él. Bloqueos, bloqueos y bloqueos para que recibiera en buenas situaciones de lanzamiento. Podías ver a los entrenadores rivales probándolo todo en vano. Defensas presionantes, mixtas, dos contra uno, cambio en los bloqueos, y leña, claro, siempre mucha leña. Él no se inmutaba. El aro era una piscina, no un lejano agujerito.
Lo mejor quizá era que nunca perdía la compostura. Recuerdo que Isma Santos, del Madrid, en un partido, le hizo una defensa brutal durante los 40 minutos. Santos no atacaba, no veía a sus compañeros. Su única misión era que Óscar no anotara. Era un perro de presa. Y se valió de cualquier arma, muchas irregulares. Óscar metió ese día 50 puntos y el Fórum tumbó en el Pisuerga al Madrid de Sabonis. Al final del partido le dio la mano y se marchó, humilde, camino del vestuario, escoltado por 10.000 gargantas coreando su nombre. La leyenda dice que, durante un entrenamiento, en Valladolid, se picó con un compañero de equipo y se apostaron una cena para ver quién era capaz de anotar más triples, en 50 intentos, desde el centro del campo. Lo echaron a suertes y la moneda dijo que empezaba el brasileño. Anotó 44 de los 50 tiros. Cuando llegó el turno del compañero, ni siquiera lanzó.
Una vez me hice una foto con él. El Fórum jugó un amistoso contra el entonces equipo ACB de Salamanca, el extinto CBS, y yo estaba en el equipo juvenil. Jugábamos antes que ellos y lo ví asomándose al túnel de vestuarios para ver cómo era aquél pabellón que desconocía. Me armé de valor y con la mano le hice el gesto de hacernos una foto. Recuerdo que sonrío como un niño grande, que dijo por supuesto y que fue un momento muy especial. Lo malo es que aquella foto se veló en el carrete, en aquél entonces, cuando no había cámaras digitales, y nunca llegué a verla. Aún así, siempre recuerdo aquella sonrisa.
Lo último que sé de él es que entrena en una escuela de baloncesto en Brasil, que es coordinador de la selección de baloncesto de su país, y que a veces aún juega para matar el gusanillo. Daría cualquier cosa por verle en acción de nuevo, aunque ya tenga casi 50 años. Estoy seguro de que no habrá perdido la puntería.
martes, agosto 22, 2006
"Esa cosa tan hermosa era ella. Cuando se tumbó bajo el saliente rocoso, ella estaba allí, ante sus ojos. Parecía frágil como un sueño. Era una mujer joven, desnuda y rubia, de raza europea. Estaba muerta. Dormía bajo un metro de hielo". "Nieve", cap. 15. , Maxence Fermine.
La belleza nunca fue tan fugaz. Ni tan hermosa. En 105 páginas, el mundo a través de los ojos del poeta ciego, el joven enamorado y la mujer de sueños helados. Nunca un libro dio tanto por tan poco. Nieve.
viernes, agosto 18, 2006
Espontáneos
jueves, agosto 17, 2006
Londres no cabe en Londres
lunes, agosto 14, 2006
viernes, agosto 11, 2006
Los diasconta2 se trasladan a Londres por unos días. Despegan el domingo
Ya he preparado la bolsita transparente, me he afeitado a conciencia y he revisado mi documentación personal. Todo por ahorrar trabajo a las fuerzas de seguridad, que elevaron la alarma terrorista a nivel crítico pocas horas después de que decidiera comprar los billetes...
Será mi primera vez en la city. Viajo a mi gusto, solo y ligero de equipaje. Encontré un vuelo low cost en atrapalo.com y reservé habitación en un B&B situado justo delante del British Museum, en Rusell Square. Lástima que Manolo no esté allí, aunque volveré más veces, eso seguro. Esta sólo es una primera toma de contacto. Tengo varios mapas y ya he subrayado lo que no debo perderme. Van a ser cuatro días exprimidos al máximo.
Y llevaré la cámara, claro, así que amenazo con un vuelco masivo de documentos gráficos a mi regreso, de esos que aburren a todos menos al que ha estado allí. O mejor no, tendré que ser selectivo.
see you soon
sábado, agosto 05, 2006
Se llama Noah´s Ark y no deja indiferente. CocoRoise son el grupo imposible. Dos hermanas que le dedican el disco a su madre y que logran que suene bien una alucinada mezcla de maullidos de gatos, ruido de cañerías, máquinas registradoras, relinchos de caballo y voces humanas. También hay cuerdas, claro, e instrumentos de viento. Todo ello a pie de micrófono. A veces se escuchan las respiraciones. En el interior dice que fue grabado en un dormitorio, sin apenas medios, y en un periodo de tiempo inconfesablemente corto. Sería la banda sonora perfecta para 'Alicia en el País de las Maravillas'. Suma el 'Medulla' de Bjork con cualquier cosa de Antony & the Johnsons y eso te dará una idea aproximada de a qué suenan. O quizá no. Salió en 2005 pero yo lo encontré ayer en Radyre a 9.95 euros y no me lo pensé, después de haber oído dos canciones sueltas con anterioridad. Suena entre hipnótico y vago. A veces parece un resumen de descartes de estudio, pero sin embargo hay una cuerda que vertebra todos los puntos, del primer corte al último. Cabecitas inquietas, ya tienen delante una presa nueva. Que aproveche.jueves, agosto 03, 2006
Es falso eso que dicen de que ninguna guerra se parece a otra. Desde que tengo uso de razón, todas las guerras que recuerdo tienen algo en común: mueren inocentes. Muchos. Nos engañaron con aquellas batallas que aprendimos en los libros de historia, en las que dos batallones se enfrentaban a campo abierto y la población civil permanecía fuera de plano. También lo hicieron todas aquellas películas que vimos. Aunque el siglo XX ya fue un siglo de horror en Europa, uno no se quería acordar ni de los bombardeos sobre Berlin ni de Hirosima ni de tantos. Hasta a veces creímos en el ideal romántico de la nobleza del guerrero y en el honor de la batalla y otras sandeces. Quizá a nuestros profesores les avergonzaban tanto como a nosotros ahora el aplastamiento de los débiles. Porque sospecho que siempre ha sido así. Que las primeras bombas, como ahora, se precipitaban sobre los colegios y los hospitales. Que los señores de la guerra nunca se manchan las manos de sangre. Que los que pagan son los últimos de la pirámide social. Precisamente los que la sustentan.
Todo esto es a cuento de lo que pasa en Líbano, claro. He dejado de leer a los intelectuales de la guerra y a los expertos, que hablan de intereses acuiferos, demostraciones de fuerza de Israel ante Irán y Siria y toneladas de, aquí también, petróleo. Sospecho que es obsceno saber tanto y hacer tan poco. Me resulta vomitivo cómo Europa y EE.UU. miramos para otro lado. Y con eso me basta. Me siguen ofendiendo los eufemismos que soy capaz de detectar: 'daños colaterales', 'eliminación selectiva' o 'bomba inteligente'. Y sé que hay otras guerras, en Costa de Marfil, en Angola, pero no puedo evitar sentir las atrocidades en Oriente próximo más cercanas. 

